En nuestra sociedad de país del norte, cada vez hay más personas que valoran experiencias de descubrimiento y aventura al aire libre. Un chispazo que antes teníamos pocos, ya no es algo excepcional, posiblemente consecuencia de la evolución social en países desarrollados.
En su defensa hay que decir, que estamos fabricados para eso, para sobrevivir, principalmente. Nuestro cuerpo es contrario al esfuerzo, que supone un estrés para el organismo.
Tenemos la biología de nuestros antepasados que debían vivir con pocos recursos, y el gasto calórico estaba minimizado, reservándolo para la caza o la recolección, o especialmente cuando debíamos huir a toda prisa de un animal peligroso y cosas así. En esas situaciones, un buen autochute de adrenalina nos ponía a tope sin pensarlo, pero eso de cansarse y exponerse sin necesidad...
Los del "chispazo" que hablamos al principio, son sin embargo, gente que ha integrado la actividad física en su vida de manera cotidiana, simplemente porque quieren, alineando objetivos personales de manera diferente, quieren hacer cosas aunque cuesten y luchan contra miedos, que nuestro propio cerebro se encarga de recordarnos constantemente.
El mundo es grande, aunque no hace falta irse lejos para tener las vivencias que te aporta el viajar. Y digo viajar, no hacer turismo. El viaje te hace crecer, conociendo gente diferente o de otras culturas, simplemente con otro punto de vista, o cambiando solo el enfoque físico en sí.
Es increíble lo diferente que es un territorio si lo recorres costeando por el mar, que mirando ese mismo mar desde la costa.
Si viajas además de manera autosuficiente y por tus propios medios, las sensaciones mejoran mucho, especialmente la de la libertad. Avanzas o te paras cuando quieres, vas o vienes donde quieras. Si te desplazas con un vehículo de tracción humana, te da tiempo a integrarte con el paisaje y el paisanaje.
Sin ir lejos, una microaventura de 2-3 días moviéndote a pie, en bicicleta, o patinete te hará conocer un territorio de una manera totalmente diferente, que si lo haces en un vehículo a motor, que generalmente te limita mucho más el itinerario. En el primer caso, la velocidad es más "humana".
El mismo paralelismo podemos hacer si nos movemos en la mar, no tiene nada que ver navegar en un ferry, en una lancha rápida, incluso en un velero, que hacerlo en kayak, moviéndote con tus propias fuerzas y paleando por rincones de la costa que son exclusivos para nosotros, ya que ninguna otra embarcación es capaz de pasar por ahí.
Y sí, el perfil personal de viajero o viajera en bicicleta, es el mismo que el de los kayakistas de travesía. Con ambos vehículos te relaciones de manera íntima con tu entorno, y son perfectos para el medio natural, no dejan rastro a su paso, no molestan a la fauna ni hacen ruido. Llevamos con nosotros todo lo necesario para ser autónomos.
Y si además, el ejercicio físico que requiere este desplazamiento, mejora tu cuerpo con el inevitable proceso de entrenamiento que se produce, ganando salud... y haciéndote mirar al mundo con una sonrisa ...
Nos vemos en el agua y en los caminos...!
No hay comentarios:
Publicar un comentario